lunes, 20 de junio de 2011

La falacia de la delegación

Un buen jefe ayuda a sus subordinados a desarrollarse. Es su mejor legado, es la mejor forma de dejar huella. Cuando nos convierten en responsables de un grupo, debemos mirar a ese grupo, pensar lo que son y soñar en lo que queremos que sean. O mejor aún, preguntarles (sin necesidad de hacer preguntas) qué quieren ser y dónde quieren llegar, ayudándoles a que lo consigan.

En ese procero, la delegación puede ser importante. Pero ojo, considero que hay una falsa creencia de que un buen líder necesariamente delega todo por definición. A veces parece que si asumes tú determinados papeles ya no eres buen gestor, ya no cuidad la motivación y el desarrollo de la gente a tu cargo. Cuanto más dejemos que otros hagan, cuanto más funciones permitamos que asuman los mandos intermedios, mejor será nuestra labor de mando...

Hay cosas, muchas, que no se delegan, que no se deben delegar. Un líder es responsable del trabajo final, trabajo que no deberá necesariamente hacer, pero sí deberá conseguir que se haga. Pero habrá cosas que sí tendrá él que hacer personalmente. Hay cosas que si quieres que está bien hechas deberás hacerlas tú, sin más. Esto no te convierte en un fiscalizador ni en un desmotivador. Simplemente es requisito para un trabajo bien hecho. Eres el conocedor de la situación, eres el máximo interesado en que salga bien, dominas la situación… ¡hazlo!

La excelencia debe ser un objetivo. ¿Están preparados los que están por debajo para ser excelentes en todas las tareas? No, seguro que no. ¿Puede asumir la responsabilidad el líder en todo en su búsqueda de la excelencia? Tampoco, seguro que tampoco. La clave está en saber distinguir entre lo que se delega y lo que se asume, entre lo que haces tú y lo que encomiendas a otros. Y mucho ojo con enajenar a tu gente de los méritos… la soledad estará a la vuelta de la esquina.

jueves, 16 de junio de 2011

Peter, esto es solo el principio

ASUMIENDO LAS RESPONSABILIDADES, AFRONTANDO RETOS

La responsabilidad es un compañero con el que es difícil convivir. Te hace enfrentarte a al menos dos importantes retos. El primero, no dejar de ser quien fuiste, no perder tu esencia, no olvidar lo que te llevó donde estás. El segundo, saber gestionar las envidias, la crítica, la no aceptación del poder de decisión que tienes conferido. Cada día parece costarnos más aceptar que otros tengan capacidad para decidir sobre cosas que nos afectan. Y eso les convierte en enemigos, en dictadores, en insolidarios… ¡seamos serios, esto no tiene por qué ser así!

Grave error el creer que actuando de distinta forma a la que hemos llegado seremos capaces de consolidarnos. Pero grave error el amoldarse y no querer incorporar cosas que te den esa mejora necesaria que se demanda de ti. Porque si cada día no eres mejor, está condenado a ser peor. En cualquier faceta del mundo empresarial las exigencias son muchas y crecientes. Debemos darlas respuesta sin perder la memoria, sin perder el carácter.

Es cierto que si eres bueno en algo no tienes que ser necesariamente bueno en el siguiente escalón. Es más, ¿por qué debemos aspirar al siguiente escalón? En ese siguiente paso es más que probable que no valgamos, es más que seguro que no tengamos que ser necesariamente más felices.
Pero lo que está claro es que estemos donde estemos, debemos aspirar a ser cada día mejores y disfrutar “con el paisaje” que vemos cuando nos movemos por el camino que tal vez algún día nos lleve a otro puerto.

Sigamos aprendiendo, sigamos progresando, sigamos soñando, pero disfrutemos a la vez de lo que vivimos, de lo que tenemos. Asumamos nuestra responsabilidad de una manera responsable. Afrontemos restos, demos respuestas, sin esperar satisfacer a todos, pero esperando hacer lo que se espera de nosotros. Nadie puede satisfacer a todo el mundo y menos siempre, pero sí deberíamos tolerar que nos exigieran sacar lo mejor de nosotros mismos. Y siempre tratándonos de ponernos en sus zapatos, como en el fondo exigimos a los demás que hagan con nosotros.




En una empresa u organización las personas que realizan bien su trabajo son promocionadas a puestos de mayor responsabilidad una y otra vez, hasta que alcanzan su nivel de incompetencia (Principio de Peter).

domingo, 5 de junio de 2011

El mundo en que vivimos

“Velícovic se saldrá donde vaya jugando de 4”. Esta es la afirmación que leo en uno de los periódicos deportivos que millones de españoles leen todos los días. El que esto escribe se declara Humilde contador de historias. ¡No se que hay de humilde en creer que sabe más que Ettore Messina, Lele Molín, Jota Cuspinera…!
Este comentario lo uso simplemente como inicio del análisis del mundo en el que vivimos.

Parto de la base de que un entrenador o un empresario busca lo mejor para su equipo o empresa. Lo contrario sería absurdo.

Parto de la base de que la experiencia y formación son elementos capacitadores que permiten a una persona que ocupa un cargo tener un crédito ganado de inicio en el desarrollo de sus funciones. Esto es algo objetivo, alejado de la opinión de falsos gurús.

Afirmo que el elemento diferenciador que dota de poder dominante es el conocimiento de lo que está pasando dentro de una empresa o un equipo. Hablar desde fuera resulta demasiado fácil a veces. Es gratis para muchos, pero no para la persona de la que se habla, pues las opiniones pueden generar tendencia y si no están basadas en un conocimiento para juzgar adecuadamente de lo que se habla, resultan unan falta de profesionalidad alarmante.

Parto de la base que los que juzgan deberían juzgar a partir de datos contrastables y contrastados. Lo demás es una falta de respeto.

Vivimos en un mundo en el que todos nos permitimos hablar de todo, juzgar a cualquiera y pensar que sabemos más que el que más sabe.

De la misma manera que llevar toda la vida viendo películas de cine no nos convierte en directores ni actores, llevar toda la vida observando cualquier actividad empresarial, deportiva o de otro tipo desde la barrera no nos convierte en expertos en ella, ni siquiera necesariamente en gente capacitada para opinar. El que se juega la vida es el torero que salta al ruedo, el que pasa frío cuando hace frío y se moja cuando llueve es el entrenador que está a pie de pista, el que se juega el prestigio y su cargo es el gestor que debe tomar decisiones comprometidas bajo presión…

La autocrítica debe existir siempre, la presión crítica tal vez también, pero no sobre todo, en cualquier momento y bajo cualquier premisa. El que conoce a su equipo y las circunstancias bajo las que juega el partido es el entrenador, del mismo modo que el empresario conoce las piezas que gestiona y debería conocer los intereses creados en torno a sus decisiones y a qué juega su equipo de trabajo.

Es muy fácil no haber hecho nada y querer aspirar a todo. Es muy fácil no jugarse el tipo y juzgar a los que se lo están jugando, es muy fácil no arriesgar y querer que otros arriesguen todo, es muy fácil no saber y creer saberlo todo…

miércoles, 1 de junio de 2011

El éxito, principio del fracaso

A veces nos tiramos los días destruyendo, poco a poco, casi imperceptiblemente y de repente llega un día en el que queremos construir, juntando esos pedacitos que por desgracia hemos generado. ¡Qué sin sentido! Y luego claro, llegará la hora de la foto. Algunos querrán salir, harán todo lo posible por salir. Otros, los que realmente estuvieron al servicio de la empresa, los que no necesitaron de golpe querer hacer, pues se preocuparon de hacer poco a poco, sin excentricidades, sin llamar la atención, no necesitarán salir en esa foto, pues saben que están, sin necesidad de que se vea. Las grandes cosas se construyen poco a poco, sin prisas, sin pausas, con oscilaciones, pero con tendencia positiva, marcada por unos administradores al servicio de su gente, al servicio del entorno, pero con objetivos personales, que no contradicen los corporativos.

¡Qué difícil es ganar en el mundo empresarial! ¡Qué difícil resulta salir a flote y no sacar pecho en exceso! ¡Qué difícil es querer disfrutar de un proyecto y saberlo compartir!

Algunos te enajenarán una vez más la victoria. Solo te verán responsables de hacer la foto, aquella foto en la que ellos necesitan salir, deben salir.

Luego, cuando venga la hora de las felicitaciones, si has hecho tu labor constructiva, espera que te llegue una palmadita en la espalda, pero no la necesites, espera que alguien se acuerde de tu trabajo, pero no lo demandes, espera que poder disfrutar del paisaje, pero no exijas que nadie se de cuenta de tu labor sujetando los sueños de otros, de tu implicación en la sombra en los momentos de más audiencia y de tu esfuerzo visible en los momento de trabajo oscuro.

Las grandes cosas se construyen en la sombra, en silencio, sin excentricidades, sin banalidades, sin arrogancia, pero sin fisuras.

El premio es la excelencia. Los obstáculos, la soberbia, la autocomplacencia y la mediocridad encubierta.