Es habitual oír a trabajadores quejarse de la labor del
empresario.
Es frecuente escuchar a empresarios poner en duda el trabajo
de sus empleados.
El color de tu camiseta condiciona mucho la valoración del
arbitraje del encuentro…
Pero si tuviera que dar veredicto, considero que está
instaurada en la sociedad la creencia de que el empresario es el malo de la
película, una película que nace de un contrato firmado de manera voluntaria por
ambas partes. Si la firma es voluntaria (una de las características que debe cumplir
la relación laboral) el desistimiento también lo es. Si un trabajador considera
que el empresario le explota, no debería alargar la agonía. Es marxista el
considerar que el capitalista se aprovecha del fruto de trabajo desarrollado
por el trabajador, obviando que este arriesga su dinero y hace una renuncia
temporal que le obliga a recibir algo a cambio. Si no, ¿qué sentido tendría tal
renuncia?
Cuando se oye comentar que una empresa ha despedido a
trabajadores lo normal es que ese comentario vaya acompañado de una crítica. Es
cierto que no hay buena forma de dar malas noticias, pero un análisis honrado
de las mismas debería juzgarlas no fijándose solo en el resultado, sino viendo
también el origen del mismo. Ese despido puede ser obligado para asegurar la
viabilidad de un negocio. Ese despido podría ser una respuesta a la situación
de un mercado que hace necesario la reducción de los factores productivos ante
la reducción de los bienes a producir fruto de la demanda existente de los
mismos. Lógico, ¿no? Cuando la demanda aumenta, una empresa puede querer
aumentar su producción y para ello necesitar aumentar sus factores productivos.
¡Gracias empresario!
Cuando ocurre al revés, no es necesario explicar la triste
pero necesaria correlación. Un capitalista que arriesgó su dinero, te dio
trabajo y tú le diste tu esfuerzo no es el enemigo cuando para no tirar su
dinero no puede contar contigo. Es duro de aceptar, pero fácil de entender.
Considero que cuando llega esta situación habría que ser lo suficiente honrado
como para dar las gracias (y recibirlas) “por los años vividos”.
Otra situación que se suele dar es la incomprensión porque
los beneficios empresariales no vayan unidad de un reparto minucioso de los
mismos entre los factores productivos. El querer un retorno del capital es algo
entendible. La cuantía de ese retorno será opinable, pero como en cualquier
situación debe decidir el que tiene que decidir y una torpeza en una decisión
tendrá un pago futuro, pero hay que respetarla y si acaso tomar uno sus propias
decisiones. Evidentemente, un empresario que no cuida a sus trabajadores, está
asentando las bases para la liquidación del negocio, pero eso de “cuidar” es
muy relativo. Algunos lo relacionan solo con el sueldo. Considero que el sueldo
no es en sí mismo un factor motivador a largo plazo. Recordando a Herzberg, la
valoración de injusticia en el mismo puede resultar demoledor en la motivación
del trabajador, pero sentirse justamente remunerado sin más no es por sí mismo
un asegurador de futuro. Ahora, que esa “valoración de injusticia o de
justicia” es muy, pero que muy relativa con frecuencia. El valor de algo suele
estar muy condicionado con la orientación de los ojos del que valora. Pero me
permito aseverar que un trabajador que con firmeza afirma que no se siente
justamente pagado debería ser lo suficientemente honrado consigo mismo y con su
trabajo como para buscar automáticamente salida. Lo contrario no hace sino
justificar una falta de crédito en su valoración.
Además, las leyes de la oferta y la demanda son inexorables.
Si para dar solución a determinados problemas acudimos a quien no debemos acudir
y ponemos a decidir sobre nuestra casa a alguien que se inmiscuye para
supuestamente ayudar, sin dejar que las cosas se autorregulen, lo que haremos
será agrandar el problema. Me explico, si el Estado interviene para con la connivencia
con determinados agentes poner precios a un factor, en este caso el trabajo,
por encima de lo que marcan las leyes del mercado, no permitiendo que los
precios sean soberanos, las consecuencias pueden ser fatales.
Si el empresario debe pagar por algo más de lo que estima
que vale, no lo comprará, perjudicando esto no solo al que vale menos de lo que
quiere que se le dé, sino que puede que a otros también. O, peor todavía, a lo
mejor el empresario tiene que cerrar el chiringuito, por no poder rentabilizar
sus inversiones por falta de ajuste entre lo que valen las cosas y lo que paga
por ellas, pues a lo mejor no puede elevar los precios de sus productos por que
el cliente no esté dispuesto a pagar más de lo que valen sus productos…como es
lógico. La condena de tener que cobrar más de lo que vales es el despido. La
solución es valer lo que quieres cobrar y luchar con actos demostrativos.
En septiembre de 2009 la caída sin rescate de Lehman
Brothers lanzó el mensaje de que las imprudencias se pagan…para posteriormente
lanzar un mensaje contradictorio y demoledor de que algunas imprudencias
privadas podían ser financiadas por el Estado. Muchos años han pasado desde
entonces y en breve tendremos argumentos para demostrar si algo hemos
aprendido, que no creo, pues la historia se ha repetido una y otra vez, por lo
que no creo que ahora vaya a ser distinta.
Privatizar beneficios y socializar pérdidas no parece que
sea un mensaje consistente. Dejemos que los mercados funcionen y exijamos
presentando al mercado lo mejor de nosotros mismos para que alguien que lo ve
esté dispuesto a pagar por ello lo que vale.
Con todo esto el lector puede llevarse la idea equivocada de
que el que escribe opina que entonces el malo de la película es el
trabajador…¡ni mucho menos opino que sea a sí! Es mucho más fácil que todo: el
malo de la película es el que es el malo, sin más. Y en una película es el que
va de negro y en otra el que va de rojo, en una es el alto y en otra el bajo…En
definitiva, el malo es el mal trabajador y el mal empresario. Y el bueno es el
buen trabajador o el buen empresario. El ser trabajador o empresario no debe
ponerte ninguna nota automática. Como a los alumnos, juzguemos su trabajo en
clase y la calidad de los exámenes efectuados, no califiquemos a priori, que
esto, además de injusto, nos lleva con frecuencia a errores.
(Por simplifica, aunque sea mucho simplificar, se ha usado indistintamente “empresario” y “capitalista”, obviando a aquel asalariado que dirige una empresa).