lunes, 19 de septiembre de 2011

El Estado, el papá que mima al niño mimado

La empresa privada aprende a la fuerza que solo si tiene algo que ofrecer y lo ofrece con eficiencia, a lo mejor subsistirá. No hay hueco para los mediocres, por lo menos a largo plazo. Hay que hacer lo bien y hacerlo sin despilfarrar y ni esto te asegura la subsistencia. No hablemos ya del éxito, aunque hoy en día subsistir ya sea un éxito.

El Estado, ese ente abstracto a veces y concreto otras, nos enseñó que todo vale en sus dominios. La empresa pública no se tenía por qué regir bajo los parámetros empresariales lógicos. La búsqueda de la eficiencia no tiene lugar en ella.

El Estado, ese al que pedimos todo y del que nos quejamos cuando nos exige algo, demostró que la mediocridad tenía cabida, que el robar podía ser algo de lo que presumir y que el no hacer podía ser opción.

El emprendedor no podrá nunca entender esto, ni ahora ya aceptarlo. Antes, tal vez lo hacía. Hoy no se puede conformar mirando.

La situación de algunas empresas líderes en el pasado asusta. Las circunstancias han cambiado y en muchos aspectos en vez de mejorar ha empeorado. Muchos no parecen darse cuenta, no parecen querer adaptarse.

“Aún en situación de crisis también hay hueco para algunos…los mejores” decía antes. Ya no vale. Además de ser bueno hay que tener músculo financiero para aguantar, para resistir, para esperar el momento de seguir adelante.

Hoy vemos como los profesores de “la pública” se quejan amargamente por tener que impartir 20 horas de clase en vez de las 18 que impartían y, espoleados por los sindicatos que en teoría defienden los intereses de los trabajadores, manifiestan su queja. Dicen que la calidad de la educación se resentirá.

Mientras, los profesores de “la privada” luchan por sacar un hueco, entre las 27 horas de su dura jornada semanal, para tratar de entender de qué se quejan esos en teoría compañeros de profesión, que desarrollan una profesión totalmente distinta a la suya en muchos aspectos y por la que reciben una remuneración muy superior. Menos horas, más salario…Claro, que cuando se vive anclado en un contrato vitalicio mal interpretado que se está convirtiendo el funcionariado, es fácil quejarse. En la privada no hay hueco para la mala calidad de el servicio que dan, a pesar de las 27 horas. El mercado les expulsaría si así fuera.

El drama económico actual (y sigo pensando que lo peor está por llegar) debería valer para todos. No podemos unos estar con el miedo en el cuerpo y tratando de defender y que no fallezca esa empresa que te da de comer, mientras que otros miran para otro lado y pretenden ser ajenos a los problemas de esa gran y ineficiente empresa (la mayor en ambos aspectos) que es el Estado y que vive de las aportaciones tanto de ese que mira para otro lado y que cobra un sueldo de él, como de ese otro que ya no sabe ni dónde mirar.

Vemos, impotentes, como el Estado pasa de ser en la teoría el protector antes los fallos que presentan los mercados al creador de los mismos. Gran sin sentido. Si el Estado protege la ineficiencia y el despilfarro no está evitando sino creando un fallo en el mercado. Nos deja caer de una forma dramática y traumática en el precipicio. Que la Economía está convaleciente nadie ya lo duda. Que conseguir sobrevivir se ha convertido en un reto lo experimentamos diariamente. Entonces, ¿por qué proteger al que malgasta si el Estado está empezando a no tener ya más que gastar?

¿Por qué ayudar al que no nos ayuda a salir de ésta? ¿Por qué exprimir al que se ha preocupado de hacer bien las cosas y convertir en una carga su éxito? ¿Por qué, por qué, por qué…?

1 comentario:

  1. Lo has clavado con la comparación entre los profesores de la pública y de la privada. Buen artículo.

    Un saludo.

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