domingo, 26 de febrero de 2012

La necesidad de formarse

Cuanto más sabemos más nos damos cuenta de lo poco que sabíamos antes. La juventud suele estar reñida con la falta de conocimiento, sin embargo son los jóvenes los que muestran una predisposición más radical a presumir de sus conocimientos. Los años dan experiencia y conocimiento si adoptamos una actitud positiva hacia el aprendizaje, la formación y la escucha.


¡Qué fácil es ver a aquellos que bajo los miedos que esconden su juventud, falta de conocimientos y complejos utilizan la crítica continua como argumento! Me parece especialmente doloroso cuando esta crítica se vierte hacían profesionales del campo sobre el que estemos tratando, con años de formación y experiencia demostrable. Al hablar de esto siempre pienso en el ejemplo del futbol. ¡Todos podemos creernos expertos son el simple argumento de nuestros propios argumentos! ¿Acaso no has oído criticar (o lo has hecho tu mismo) a uno de esos profesionales que llevan muchos años de su vida desarrollando la fácilmente criticable profesión de entrenador de fútbol? Es solo un ejemplo, además seguro que muchos pensarán que les pagan por ello…

Formación continua debería ser una obsesión de toda persona. El mundo va cada vez más rápido. Es más fácil obtener información de manera instantánea, pero también es muy fácil quedarse obsoleto. La adaptación se nos exige de una manera cada vez más rápida, pero la inercia vital en la que es fácil meterse dificulta nuestra capacidad para hacerlo. Quedarse fuera de juego es solo cuestión de no estar atento a los cambios que se producen a nuestro alrededor y tratar de darle respuesta.

La inercia nos lleva a seguir haciendo las mismas cosas y a comportarnos de la misma manera ante los hechos que nos ocurren sin analizar si es o no la mejor forma de actuar. Somos por naturaleza reacios al cambio y reacios a aceptar el error. Mala mezcla. Los hábitos se pueden convertir en una atadura de la que nos es imposible salir. Por eso que es bueno tener buenos hábitos…

Escuchando más que hablando, teniendo deseo de aprender, acercándonos a los mejores y no teniendo miedo a reconocer que no sabemos, ponemos las bases para hoy ser mejores que lo que éramos ayer.

Es curioso lo que nos cuesta reconocer nuestra falta de conocimiento, lo mismo que nos cuesta aceptar el error. La humildad nos ayuda a crecer y nos acerca a los que nos rodean. La soberbia nos aleja. A la gente le gusta más hablar que escuchar. Dándoles lo que les gusta les damos respeto a la vez que obtenemos la oportunidad de aprender, pues generalmente se aprende más escuchando que hablando.

Pero mucho ojo con esa “vanidad adulta” que nace con la edad. Ese error que une a los años la soberbia y nos hacer rechazar aprender de otros (como cuando éramos jóvenes), especialmente si son jóvenes. La madurez puede llevar unida el análisis y aceptación de las carencias, pero también puede llevar unida el retroceso a la actitud juvenil del saberlo todo, ahora con el argumento de los años. Por mucho que sepamos, no podemos ser expertos en todo. Alguien más joven que nosotros, y más hoy en día, puede saber mucho más de algo en lo que se ha formado. Cuanto mayores somos, más son lo que son más jóvenes que nosotros. No podemos tampoco caer en el error de solo querer aprender de aquellos que son mayores que nosotros. La juventud tiene fuerza. Si une la fuerza al deseo de hacer cosas y de aprender, puede ser un buen aliado al que unirnos. Para ello deben ganarse nuestro respeto y eso no lo harán criticando y comportándose como si lo supieran todo…

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