DE SALARIOS MÍNIMOS, JUSTICIA SOCIAL, ESTÉTICA Y PLAZOS
Un empresario debería estar dispuesto a contratar a un trabajador siempre y cuando el valor de lo que aporta el trabajador a la empresa sea superior a su salario, es decir, el empresario saca un excedente con su contratación, pues entra en su bolsillo más que sale.
Cuando el gobierno fija unos salarios mínimos lo que está haciendo es intervenir en el mercado de trabajo, regulándolo, poniendo normas para su funcionamiento, partiendo de la base de que los mercado presentan imperfecciones que pueden hacer necesarias la intervención de un poder central, además de por razones sociales, estéticas o por presiones de colectivos con capacidad de influir en lo que pasa.
Todo esto nos lleva a una tal vez más polémica decisión de lo que algunos creen, que es obligar a alguien a pagar por algo un mínimo que puede ser superior a lo que ese alguien va a obtener. Esto, lógicamente, provocará el que el empleador pueda estar renunciando a desarrollar una acción absurda, la de paga por algo más de lo que vale, con la consecuente generación de desempleo.
Según las leyes de la oferta y la demanda, habrá un exceso de oferta de algo (bien, servicio o factor de producción) cuando su precio de mercado es superior al precio de equilibrio, que sería el precio que igual la oferta a la demanda. Al exceso de oferta de trabajo se le conoce como desempleo y en base a este argumento, su existencia no indica que se está pagando por los trabajadores más de lo que las leyes del mercado aconsejan… ¿Bajemos lo salarios y ya está?
No me atrevería a decir eso, pero sí considero que es necesario que las decisiones económicas no estén condicionadas por el corto plazo que nos marcan las elecciones, pues para que la economía funcione se debe mirar a lo lejos, aunque se corra el riesgo con ello de perder las elecciones y que los buenos resultados los disfruten otros…
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