No digas lo que crees que la gente quiere oír, di lo que vas a hacer. Por tanto, antes de decir, piensa bien lo que vas a decir. Tus palabras deben convertirse en compromisos. Se creíble, genera confianza.
Delega a la vez que responsabilizas y exiges. La gente que trabaja para ti debe saber que les dejas afrontar retos y asumir el peso de su labor, pero que luego les vas a exigir resultados.
No permitas que las cosas no te las cuenten, velas de primera maro. Estate siempre presente, lo cual no significa que lo hagas todo tu, que asumas el peso de otros.
Escucha y enseña a escuchar. Identifica cuando es el momento de hablar y cuando el de que hablen otros. Facilita que al que le toque hablar sea el centro de todo.
Deja a la gente equivocarse, no les cargues con la presión extra de tener que ser infalibles. Pero hazles ver que esto debe ir unido a la auto-exigencia de mejorar y tratar de corregir.
Haz que tus trabajadores sean cada día mejores. Facilita su formación, aprendizaje y mejora.
Trátalos como quieres que sean, aunque todavía no estén preparados para ello, y facilita que
lleguen a ese grado de competencia.
Ponte “en los zapatos” de los otros. Trata de entenderlos y comprenderlos, sabrás así como tratarlos y hacerlos sentir mejor.
Motiva, pero exige también que los que te rodean colaboren contigo en que para conseguir al motivación que tu también necesitas.
Sueña y facilita que los que te rodeen sueñen contigo.
Ilusiónate y transmite ilusión por contagio.
Caza haciendo cosas bien y felicita por ello.
Enseña lo grande que es ser grande…
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