Las empresas de éxito son aquellas que consiguen no enajenar al trabajador de su trabajo, hacen partícipes a todos de su logro y miran lejos aunque se esté cerca del suelo.
Son aquellas que son coleccionistas de fracasos, pero que tantas veces cayeron, como las que se levantaron, sustentando el futuro paso a paso. El éxito, con frecuencia, aparece sustentado en anteriores fracasos, fracasos que no hundieron, sino que colaboraron en la fortaleza futura de la empresa.
Son mucho los que consiguen ganar un partido, pero pocos los que realmente se preparan para ganar el campeonato. Los mediocres también ganan a veces. Pero instalados en la mediocridad, el futuro nunca estará asegurado. En nuestra zona de confort parece vivirse bien, pero es un espejismo.
Cuando las cosas comienzan a ir bien, es fácil caer en la autocomplacencia, impidiendo con ello que vayan a mejor. La autocomplacencia nos hace relajarnos y descentrarnos de cual es realmente nuestra misión.
La consolidación de cada cliente ganado debe ser un reto. Eso no se consigue hablando de lo bueno que eres y de lo bien que lo has hecho, pues eso es pasado. Lo que el cliente quiere es futuro, un futuro que puedes construir con él y para ello debes convencerle de que él también quiere construirlo contigo. En un mundo cada vez más competitivo en el que hacerlo bien es opción para muchos, no debemos conformarnos con eso solo. Las posibilidades de formación e información son muchas, por eso debemos aspirar a escuchar mucho y cuidar la formación de los que nos rodean, los que trabajan en nuestro proyecto.
Hacerles participes del mismo es fundamental, pues está demostrado que cuando participamos en la creación de algo tenemos una tendencia a sobrevalorarlo y cuidarlo mayor que cuando lo sentimos ajeno. Y la supervivencia de una empresa va a depender mucho del amor por ella de los que la forman.
Y todo ello con humildad, dando las gracias al que hay que darle las gracias, dando ese paso más que te lleva del éxito puntual a la excelencia. Y alguno te pedirá que limpies el suelo por el que pisan sus sueños, ajeno a que algún día por ahí pasaron los sueños de todos.
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