A veces nos tiramos los días destruyendo, poco a poco, casi imperceptiblemente y de repente llega un día en el que queremos construir, juntando esos pedacitos que por desgracia hemos generado. ¡Qué sin sentido! Y luego claro, llegará la hora de la foto. Algunos querrán salir, harán todo lo posible por salir. Otros, los que realmente estuvieron al servicio de la empresa, los que no necesitaron de golpe querer hacer, pues se preocuparon de hacer poco a poco, sin excentricidades, sin llamar la atención, no necesitarán salir en esa foto, pues saben que están, sin necesidad de que se vea. Las grandes cosas se construyen poco a poco, sin prisas, sin pausas, con oscilaciones, pero con tendencia positiva, marcada por unos administradores al servicio de su gente, al servicio del entorno, pero con objetivos personales, que no contradicen los corporativos.
¡Qué difícil es ganar en el mundo empresarial! ¡Qué difícil resulta salir a flote y no sacar pecho en exceso! ¡Qué difícil es querer disfrutar de un proyecto y saberlo compartir!
Algunos te enajenarán una vez más la victoria. Solo te verán responsables de hacer la foto, aquella foto en la que ellos necesitan salir, deben salir.
Luego, cuando venga la hora de las felicitaciones, si has hecho tu labor constructiva, espera que te llegue una palmadita en la espalda, pero no la necesites, espera que alguien se acuerde de tu trabajo, pero no lo demandes, espera que poder disfrutar del paisaje, pero no exijas que nadie se de cuenta de tu labor sujetando los sueños de otros, de tu implicación en la sombra en los momentos de más audiencia y de tu esfuerzo visible en los momento de trabajo oscuro.
Las grandes cosas se construyen en la sombra, en silencio, sin excentricidades, sin banalidades, sin arrogancia, pero sin fisuras.
El premio es la excelencia. Los obstáculos, la soberbia, la autocomplacencia y la mediocridad encubierta.
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