En ocasiones nuestros trabajadores vienen a nuestra empresa con la suficiente motivación de fondo como para no presentar fisuras en su desempeño si el empresario se encarga en exclusiva de no quitársela. Esto me recuerda a lo que me dijo un entrenador de primerísimo nivel al hablar de un jugador de gran talento: “Juanjo, yo no le he enseñado nada, mi única labor era no estropearle”. Por la calidad del que hablaba, no le creí, ¡era imposible que alguien que sabía tanto no aportara algo a un pupilo suyo, aun que hubiera sido el mejor jugador del mundo! Lo que si me sirvió es de reflexión sobre la labor de un empresario. Puede ser más importante no deshacer que hacer, no estropear que aportar, dejar hacer que fiscalizar, conservar que tratar de sumar y restar al hacerlo…
Pero también es cierto que a un empresario no se le puede hacer responsable único de la motivación de sus trabajadores. Del mismo modo que a un entrenador no se le puede culpar por definición de la falta de motivación de sus jugadores, pues estos deben traer “de serie” su propio grado de motivación, a un empresario no se le puede poner a la espalda esa enorme losa. Otra cosa es que deba ser un gestor de estados de ánimo, un potenciador de las cosas buenas y un atenuador de las malas. Pero ni debe jugar a ser Dios, ni podemos exigir que lo sea. Trabajador y empresario tienen mucho que decir siempre, pero ninguno puede exigir que sea sólo la otra parte “la que hable”. Labor conjunta, labor de equipo la de conseguir una sinergia de esa unión.
Si una parte no sabe bien qué hacer, mejor dejar hacer. Si una parte tiene claro cómo aportar, mejor intervenir. Lo que nunca deberá ocurrir es que por querer hacer sin saber consigamos cortar las alas de los que nos rodean.
Ser empresario no es fácil, lógico. Ser “un buen jefe” parece a veces utópico, asúmase. Parece como si el cargo viniera unido a la crítica, vale, puede ser así, ¡es así! El que pretende salir airoso debe asumir los sinsabores y las dificultades y transformarlos en retos. Lo que no puede hacer es disparar al aire, ni dejar de ponerse en los zapatos de otros. Solo así conseguirá empezar a tratar de esquivar la soledad del cargo y a frenar que la gente quiera huir de él. Porque tengámoslo claro, al final, en última instancia, las personas no se van de las empresas, lo que hacen es huir de sus jefes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario