Al hablar el otro día con mis alumnos de Economía de las
limitaciones del PIB, me vino a la mente el libro del economista John Kenneth Galbraith “La economía del fraude inocente”, la última obra que escribió
y que resulta una crítica de la sociedad que le tocó vivir en sus últimos años
y de cómo lo que aceptamos como realidad no es más que la visión que nos
pretenden dar de lo que realmente está
ocurriendo y de la que nos quieren convencer.
Cuando escribo esto, estamos en un momento en el que se está
permanentemente hablando de la recuperación económica y de cómo estamos
empezando a salir de la crisis. Esta vez creo que es verdad, por una razón muy
clara: la sociedad está perdiendo el miedo y se está empezando a recuperar la
confianza, poco a poco, pero con tendencia clara. Esto debería provocar que el
consumo empiece a repuntar y con él la reactivación de la economía debería ser
una realidad….pero no soy adivino.
¿Cuánto tardaremos en
salir realmente de la situación que hemos vivido? Yo no lo sé. Galbraith si
viviera diría que tampoco, pero también diría que hay muchos “expertos” haciendo
predicciones y sustentando su calificativo en algún acierto del pasado.
Lo que realmente me ha hecho recordar esta obra de Galbraith
es la crítica que hace del PIB como medida del desarrollo de una sociedad. Por simplificar,
decimos que una economía “crece” cuando produce más que antes. Pero es fácil de
entender que esta es una medida limitada del crecimiento de una economía. Es
como si dijéramos que un niño crece cuando se hace más alto, sin más, obviando
todo lo que acompaña a su evolución física.
Cuando Galbraith se pregunta por qué crece el PIB no puede
dejar de reflejar como “Lo que cuenta no es la educación, la literatura o el
arte, sino la producción de automóviles…”, para luego recordarnos que “Los logros
artísticos, literarios, religiosos y científicos que constituyen lo mejor del
pasado humano surgieron en sociedades en las que tales avances eran una medida
del éxito.”
Releyendo a este economista me pregunto si debemos estar tan
obsesionados por la recuperación económica en los términos en la que la
medimos, cuando es fácil ver que la medida usada tiene importantes carencias.
El PIB es una variable que mide el desarrollo capitalista, el consumismo y en cierto
modo el egoísmo. Tal vez no haya un mejor sistema que el sistema de mercado,
denominación que Galbraith nos recuerda que ha venida a sustituir al termino
capitalismo. Suena mejor, pero no se sustenta bien. El exceso de
intervencionismo y los intereses particulares metidos en la ecuación económica
dejan vislumbrar un alejamiento de la economía pura de mercado.
Galbraith
utiliza la palabra “fraude” para referirse a todas esas cosas de las que
algunos han tratado de convencernos por intereses particulares. Yo no sé si
vivimos en una sociedad fraudulenta, pero lo que sí creo que sería bueno que tuviéramos
claro es que debemos hacernos muchas preguntas y cuestionar muchas cosas, no
aceptando sin más aquello que nos genera dudas. La formación vuelve a ser un
gran compañero de viaje si queremos seguir esta premisa que planteo. Dudar es
fácil, sustentar la duda y el debate ya no lo es tanto.
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