martes, 12 de noviembre de 2019

El bueno y el malo. Empresario vs trabajador

Es habitual oír a trabajadores quejarse de la labor del empresario.

Es frecuente escuchar a empresarios poner en duda el trabajo de sus empleados.

El color de tu camiseta condiciona mucho la valoración del arbitraje del encuentro…

Pero si tuviera que dar veredicto, considero que está instaurada en la sociedad la creencia de que el empresario es el malo de la película, una película que nace de un contrato firmado de manera voluntaria por ambas partes. Si la firma es voluntaria (una de las características que debe cumplir la relación laboral) el desistimiento también lo es. Si un trabajador considera que el empresario le explota, no debería alargar la agonía. Es marxista el considerar que el capitalista se aprovecha del fruto de trabajo desarrollado por el trabajador, obviando que este arriesga su dinero y hace una renuncia temporal que le obliga a recibir algo a cambio. Si no, ¿qué sentido tendría tal renuncia?

Cuando se oye comentar que una empresa ha despedido a trabajadores lo normal es que ese comentario vaya acompañado de una crítica. Es cierto que no hay buena forma de dar malas noticias, pero un análisis honrado de las mismas debería juzgarlas no fijándose solo en el resultado, sino viendo también el origen del mismo. Ese despido puede ser obligado para asegurar la viabilidad de un negocio. Ese despido podría ser una respuesta a la situación de un mercado que hace necesario la reducción de los factores productivos ante la reducción de los bienes a producir fruto de la demanda existente de los mismos. Lógico, ¿no? Cuando la demanda aumenta, una empresa puede querer aumentar su producción y para ello necesitar aumentar sus factores productivos. ¡Gracias empresario! 
Cuando ocurre al revés, no es necesario explicar la triste pero necesaria correlación. Un capitalista que arriesgó su dinero, te dio trabajo y tú le diste tu esfuerzo no es el enemigo cuando para no tirar su dinero no puede contar contigo. Es duro de aceptar, pero fácil de entender. Considero que cuando llega esta situación habría que ser lo suficiente honrado como para dar las gracias (y recibirlas) “por los años vividos”.

Otra situación que se suele dar es la incomprensión porque los beneficios empresariales no vayan unidad de un reparto minucioso de los mismos entre los factores productivos. El querer un retorno del capital es algo entendible. La cuantía de ese retorno será opinable, pero como en cualquier situación debe decidir el que tiene que decidir y una torpeza en una decisión tendrá un pago futuro, pero hay que respetarla y si acaso tomar uno sus propias decisiones. Evidentemente, un empresario que no cuida a sus trabajadores, está asentando las bases para la liquidación del negocio, pero eso de “cuidar” es muy relativo. Algunos lo relacionan solo con el sueldo. Considero que el sueldo no es en sí mismo un factor motivador a largo plazo. Recordando a Herzberg, la valoración de injusticia en el mismo puede resultar demoledor en la motivación del trabajador, pero sentirse justamente remunerado sin más no es por sí mismo un asegurador de futuro. Ahora, que esa “valoración de injusticia o de justicia” es muy, pero que muy relativa con frecuencia. El valor de algo suele estar muy condicionado con la orientación de los ojos del que valora. Pero me permito aseverar que un trabajador que con firmeza afirma que no se siente justamente pagado debería ser lo suficientemente honrado consigo mismo y con su trabajo como para buscar automáticamente salida. Lo contrario no hace sino justificar una falta de crédito en su valoración.

Además, las leyes de la oferta y la demanda son inexorables. Si para dar solución a determinados problemas acudimos a quien no debemos acudir y ponemos a decidir sobre nuestra casa a alguien que se inmiscuye para supuestamente ayudar, sin dejar que las cosas se autorregulen, lo que haremos será agrandar el problema. Me explico, si el Estado interviene para con la connivencia con determinados agentes poner precios a un factor, en este caso el trabajo, por encima de lo que marcan las leyes del mercado, no permitiendo que los precios sean soberanos, las consecuencias pueden ser fatales.

Si el empresario debe pagar por algo más de lo que estima que vale, no lo comprará, perjudicando esto no solo al que vale menos de lo que quiere que se le dé, sino que puede que a otros también. O, peor todavía, a lo mejor el empresario tiene que cerrar el chiringuito, por no poder rentabilizar sus inversiones por falta de ajuste entre lo que valen las cosas y lo que paga por ellas, pues a lo mejor no puede elevar los precios de sus productos por que el cliente no esté dispuesto a pagar más de lo que valen sus productos…como es lógico. La condena de tener que cobrar más de lo que vales es el despido. La solución es valer lo que quieres cobrar y luchar con actos demostrativos.

En septiembre de 2009 la caída sin rescate de Lehman Brothers lanzó el mensaje de que las imprudencias se pagan…para posteriormente lanzar un mensaje contradictorio y demoledor de que algunas imprudencias privadas podían ser financiadas por el Estado. Muchos años han pasado desde entonces y en breve tendremos argumentos para demostrar si algo hemos aprendido, que no creo, pues la historia se ha repetido una y otra vez, por lo que no creo que ahora vaya a ser distinta.

Privatizar beneficios y socializar pérdidas no parece que sea un mensaje consistente. Dejemos que los mercados funcionen y exijamos presentando al mercado lo mejor de nosotros mismos para que alguien que lo ve esté dispuesto a pagar por ello lo que vale.

Con todo esto el lector puede llevarse la idea equivocada de que el que escribe opina que entonces el malo de la película es el trabajador…¡ni mucho menos opino que sea a sí! Es mucho más fácil que todo: el malo de la película es el que es el malo, sin más. Y en una película es el que va de negro y en otra el que va de rojo, en una es el alto y en otra el bajo…En definitiva, el malo es el mal trabajador y el mal empresario. Y el bueno es el buen trabajador o el buen empresario. El ser trabajador o empresario no debe ponerte ninguna nota automática. Como a los alumnos, juzguemos su trabajo en clase y la calidad de los exámenes efectuados, no califiquemos a priori, que esto, además de injusto, nos lleva con frecuencia a errores.

(Por simplifica, aunque sea mucho simplificar, se ha usado indistintamente “empresario” y “capitalista”, obviando a aquel asalariado que dirige una empresa).

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