martes, 12 de noviembre de 2019

El voto como excusa para hablar de Economía y Marketing


Votar, no votar y a quién votar. Cuestiones que pueden parecer a veces más triviales de lo que un análisis minucioso nos demuestra.

Dos de los principios básicos de la Economía son:
·       -  Las personas funcionamos por incentivos.
·       - Al tomar decisiones asumimos un coste de oportunidad.

Con el tema del voto nos enfrentamos claramente a estas cuestiones.
El lunes post electoral, medie entre risas, una alumna me comentaba que “mi madre no ha ido a votar por falta de tiempo”. Mi sorprendente respuesta para ella fue “me parece buen motivo”. Al acudir a votar estamos invirtiendo nuestro escaso tiempo en algo que debe a cambio proporcionarnos una recompensa mayor que la alternativa al posible uso de ese tiempo, pues sin ello nuestra decisión podría ser catalogada abiertamente como errónea.

Vamos a analizar un poco. Las alternativas al uso del tiempo pueden ser variadas y la recompensa a ese uso cada uno la debe analizar en función de su opción concreta, por lo que paso a analizar las posibles recompensas de acudir a votar. Partiendo de la base fácil demostrable de que si no hubieras acudido a votar el resultado de las elecciones sería el mismo, podemos desterrar la idea de que acudimos a votar con la idea de influir en el resultado final. Recordad, soy economista. Y como economista me corresponde buscar razones por las que las personas hacen lo que hacen. Por eso paso a considerar que deben entrar en juego otras variables.
Partiendo de esa idea de que cuando alguien hace algo lo hace por algo…¡busquémoslas!

Cuando hago el comentario de que no tiene sentido acudir a votar si tienes algo mejor que hacer, las respuestas tipo que recibo son dos:
-         -  “Si no votas no puedes opinar”. Mi respuesta es siempre la misma: “Hay veces que no he acudido a votar y vaya si he opinado” o “¿dónde está escrito ese argumento?”. Los tópicos, como me gusta decir, estar para ser analizados y, con frecuencia, rebatidos.
-          - “¡Y si todo el mundo hiciera lo mismo!”. Mi respuesta es clara: “Es obvio que todo el mundo no hace lo mismo y que lo que yo haga no influye en modo alguno en lo que van a hacer los otros, salvo, si acaso, en mi entorno cercano.
Mi experiencia a la hora de no acudir a votar y la falta de correlación con la veracidad de los argumentos recibidos por otros, sustentan mis respuestas. Vamos, que mi argumento es empírico a todas luces.
Entonces, ¿por qué acudir a votar? o incluso, ¿por qué he acudido a votar en las pasadas elecciones y en todas las anteriores en los últimos años?
Solo encuentro razones emocionales y unos cuentos incentivos, no necesariamente racionales.
 “El corazón tiene razones que la razón no entiende”, que diría Blaise Pascal y esto del todo punto es ya una razón o un incentivo (podemos usarlos como sinónimos).

Podemos hacer muchas clasificaciones de Marketing, pero una que me gusta mucho es la que distingue entre el marketing racional (“cómpreme porque limpio más blanco”) y el marketing emocional (“la chispa de la vida, la felicidad…”) y creo que no me equivoco si expongo que el emocional sustenta cosas que el más concienzudo análisis racional tiraría por tierra (“tiene burbujas, me llena la tripa, tiene color sucio, engorda, provoca…y aun así lo compro…”)
Ir a votar, definitivamente, tiene para mí mucho de emocional y esto justifica. Tanto como comprar muchos de los productos que compramos cada día o hacer muchas de las cosas que hacemos con frecuencia y que mueven nuestra vida. Es como ponerse la camiseta de un equipo de fútbol para acudir al estadio de ese equipo, en el que habrá miles de personas con la camiseta del mismo…no iban a ir con la de otro equipo que ni siquiera juega (tal vez con la del rival sí, pero ese es otro tema). Porque tal vez los partidos políticos no son muy distintos para muchos que los equipos de fútbol que tanto admirar. Es más, toda empresa con ánimo de subsistencia (espero que todas) debería analizar la fidelidad de un seguidor de fútbol y buscar argumentos a imitar en su negocio, porque no se me ocurre un ejemplo de consumidor más fiel.
Sentimiento de pertenencia, expresión de sentimientos, satisfacción personal, deseo de demostrar…no sé, dime tú que perseguías cuando decidiste hacerlo, porque lo que está claro es que debería haber un motivo. ¿O tal vez no te has parado a pensarlo y has seguido las directrices de un cerebro cómodo que busca ahorrar energía, no tener que pensar todo lo que hace ni justificarlo, apoyándose en la costumbre o en el hábito? Si es así, considero que deberías poner a tu cerebro a pensar, pues no le va a venir nada mal poner en duda determinadas cosas.

Pero el fútbol no es la política ni la política es el fútbol, afortunadamente.  Si hemos decidido acudir a votar, tal vez deberíamos dedicar un tiempo al análisis de qué papeleta meter en el sobre. A mí me pasa que cuando más me formo y más me informo más dudas tengo a la hora de ejercer mi derecho y esto es algo que no me deja nada tranquilo. Tal vez si dijéramos lo que vamos a hacer y sustentáramos nuestras palabras con hechos todo sería más sencillo. Desafortunadamente es imposible que el elegido entre los aspirantes a gobernar el país (tema del todo punto no baladí), sea cual sea, no va a poder refrendar todo lo prometido, pues ninguno es mago.

El que alguien me explique cómo se puede pretender ser vicepresidente con poco más de 3 millones de votos (apoyos) sobre un total de casi 35 millones de aspirantes a decidir (que aspiran a ser escuchados) mejor lo dejamos para otro momento menos convulso. Y desafortunadamente seguiremos llamando democracia a algo que no sé muy bien cómo deberíamos definirlo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario