jueves, 6 de agosto de 2009

Colaboración especial

A él le gusta escribir. A mí leerle. Simbiosis perfecta. Es periodista, pero sobre todo es amigo. Leedlo y disfrutad leyendo.


Cuánto cuesta un rayo de esperanza
Por Antonio Mingarro
El problema de la vida es que pocas veces te ofrece términos medios. Y todo ello se agrava cuando toca escribir de la economía... La vida, a la hora de verdad, te pide que salgas a bailar o te quedes en la mesa mirando. Y no hay posibilidad de buscar un atajo saliendo un rato a la pista para despistar y esconderte. De poner excusas o agazaparte... La vida, a la hora de la verdad, no concede espacio a las diplomacias. Y cuando se habla de economía, finanzas o dinero, todo ello se multiplica…

Existe un grupo de tipos que con sus acordes tratan de porfiar contra esta evidencia. Y tal vez juntos, algún día, consigan derribar el espigón de la barrera que tienen delante, pero lo cierto es que todavía no lo han logrado... Se trata de los cantautores, de aquellos músicos que conforman la que yo defino como “música de verdad”, porque esconde siempre a una persona subida a un escenario sólo con una guitarra, letras trabajadas, compromiso y gotas de encendida verdad. Los cantautores son una especie que en teoría debiera estar condenada a la extinción, pero que contra todo pronóstico sigue germinando. Son como la mala hierba que crece circundando el olivar, porque por mucho que se invierta en eliminarla, siempre acaba habiendo alguna excusa para que aparezca de nuevo. En teoría, les toca hablar de todo menos de dinero, pero precisamente el dinero es el fondo de su historia…

En este espacio de palabras, Juanjo siempre trae a colación a aquellos que trataron de abrir caminos explicando la génesis de algo tan difícil de razonar como es el dinero. Leyéndole, tengo la sensación de que Juanjo, con su brillante capacidad de verificar, es capaz de exponernos, como diría Pedro Guerra, por qué “la lluvia nunca vuelve hacia arriba”, pero a la hora de la verdad, hasta los cantautores necesitan que su música sea cómplice de sus finanzas y que los acordes de sus guitarras tengan algún significado a la hora de algo tan terrible como pagar sus facturas…

Cuesta mucho explicar cómo un cantautor, persona que cuida sus letras al máximo, que rima en consonante y asonante en cada golpe de voz y que trata de encender el alma a la hora de componer, puede pensar en algo que no sea lo intrínseco a la hora de expresarse. Pero los cantautores también han de vivir. Y lo cierto es que, si toca ser sinceros y descubrirnos, a día de hoy sólo un puñado de ellos, muy contado con las manos, puede sobrevivir a base de sus composiciones. Y que los demás buscan el requiebro en sus ratos libres para resolverse la existencia y trabajan como comerciales de cualquier marca, sometidos al yugo de obligaciones y rutinas…

Los cantautores escriben en gran parte sobre Amor, que es la mentira que más se aleja de la Economía. Sólo hablan de dinero y recuentan ganancias en “petit comité”, como si atreverse a ello fuera un desafío. En las madrugadas, tratan de olvidar lo cotidiano inundando de alcohol el alma o componiendo para liberar el miedo. La economía del creador, sea escritor, escultor o creador de esculturas con canciones, vive al minuto, como si nunca hubiera un mañana. Pero el dinero casi siempre amenaza, erigido en ocasiones en un temor que nos asedia. En los mejores casos, cuando existen sitios románticos como el Barcelona 8 de Madrid, una noche merece la pena por lo vivido y cobrado, pero no es lo habitual, porque en buena manera, los cantautores, como cada uno de los requiebros que ves montado en el Metro al amanecer, están condenados a vivir en el día a día. Otra cosa es que lo disimulen con astucia hablando de Amor, destino y memoria. Pero eso no es por sí mismo un delito. Tú también lo haces. Y yo jamás podré evitar tener que hacerlo…

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